Thursday, August 21, 2014




El/la sujeto que se desarrolla bajo el propulsor del sentido de inferioridad anda en el mundo combatiendo una mayúscula carencia de valor.  Es aquí donde el/la individuo insatisfecho —y sintiéndose menor comparativamente con los/as otros/as, se motiva y esfuerza -saludable o neuróticamente- por alcanzar la perfección o superioridad.  La experiencia subjetiva así como las demandas otorgadas por la sociedad al/a la sujeto, decretan el sentido de inferioridad.  Se dará cuenta usted que son estas mismas inferioridades las que llevan al/a la sujeto a compensar sus carencias, debilidades, ausencias, deficiencias o, en resumen, su sentido de inferioridad, en ocasiones atándose en relaciones sociales y emocionales dependientes –compensatorias.  No obstante, no todo/a sujeto es capaz de compensarlo de manera exitosa por lo que, de fracasar en el intento, alcanza un estado de perfeccionamiento neurótico.  De aquí, donde el sentido de ser alguien de menos valor se vuelve una descripción propia certera y precisa, sin espacio a la superación.  Otros/as, reprimen el sentido de inferioridad transformándose, proyectando y realmente creyéndose ser mejores que los demás comparativamente.  El/la sujeto con el complejo de superioridad, carente de un ajuste mental, es definido/a como un ser arrogante, prepotente y con tendencias a exagerar logros y capacidades, capaz de asignarse fortalezas y habilidades de las que realmente carece.  Incluso con tendencias a hacer pasar como suyas las ideas y trabajos de otros pares, desde campañas políticas, discursos y escritos hasta logos empresariales.  Sobre el racismo y otras diversidades culturales, sea usted el/la juez.  
A modo de resumen, el automejoramiento, la autorrealización o la lucha por superar el sentido de inferioridad, puede ser un mecanismo saludable cuando, para fines intrapersonales, se alcanza exitosamente el mejor desempeño de la propia persona, fines totalmente opuestos al deseo de hacerse ver mejor que las demás personas: colegas, empleados, parejas, clientes, familiares, gobernantes, socios, vecinos, grupo social cercano, todos/as. 

Por otro lado, dentro del espectro paranoide será usted capaz de identificar el delirio de grandeza, bajo una idea o concepto inaceptable de la propia persona.  Quien sufre de tal delirio inicia una construcción fantaseada de poseer características únicas o superiores en un intento desacertado por aumentar un débil nivel de autoestima y reducir la incompetencia o complejo de inferioridad.  Para sobrevivir, se proyectan mucho más capaces de lo que verdaderamente son.

En contraparte, si permitimos estudiar someramente el perfil de personalidad característico y vinculado a un complejo de inferioridad o de superioridad así como el delirio de grandeza, línea fronteriza, permítase evaluar a la personalidad narcisista.  Pues un ser humano cuya fantasía, conducta y necesidad radica en la admiración y grandeza con una prepotencia que exagera talentos y logros, espera ser socialmente reconocido como superior.  Sus fantasías de éxito, poder, inteligencia y amor alcanzan un nivel ideal alucinante ilimitado.  Creyéndose único/a y especial se siente que sólo puede relacionarse social y emocionalmente con otras personas de estatus altos, reales y adquiridos o impuestos por la neurosis.  Ante una necesidad excesiva de admiración, muestra sentimientos a sus relacionados/as con el fin de recibir un tratamiento especial y privilegiado, favorable y que cumplan de manera inmediata con sus expectativas y caprichos.  La capacidad de sentir empatía por los/as otros/as está ausente, pues no está dispuesto/a a reconocer o identificarse con las necesidades, sentimientos y expectativas de las demás personas.  Bajo el imaginario de ser superior, siente que todos/as le envidian, empero, la envidia real proviene de sí mismo/a hacia el resto.  Sus actitudes arrogantes y de superioridad llevan a la manipulación del entorno y a la frustración cuando sus expectativas o deseos no son cumplidos.  Esta frustración mayormente expresada como coraje, es desplazada hacia las pocas personas dispuestas a permanecer y servir como su medio de apoyo.  La mayoría de las relaciones interpersonales, familiares, laborales y emocionales con estas personas se deterioran en poco tiempo, pues como ser humano, se agota en el intento de cumplir con tan altos estándares así como de vivir la fantasía del narcisismo.

No se puede andar por la vida luchando ser alguien superior al resto y dependiendo de terceras personas para alcanzarlo.  Ser capaz de autorrealizarse por mérito propio y compartirlo honesta y humildemente —realmente humilde— con quien se desee, es la mejor pericia.  No querrá usted mantenerse bajo el perfeccionamiento neurótico y afectando la calidad de vida de quienes le rodean.







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